domingo, 11 de enero de 2009

El gusto exacerbado por la música extranjera

Algunos de los factores acervos en nuestra sociedad actual es el culto por lo superficial, por lo que no nos da, pero que tampoco nos quita. El amor libre, lo fugaz de la publicidad, la pornografía, los textos mascados sin juicios de valor y la música desprolija que esta de moda. Los jóvenes de ahora viven una época distinta, viven una era marcada por otra música y escuchan masivamente otros géneros, en comparación a la anterior juventud criolla. Entonces, ¿Porque la atmósfera cultural, que viene de afuera, le resta espacio a lo originalmente nuestro?



Jorge Reyes vive en el popular distrito del Rimac desde que nació, hace 23 años. Tanto sus padres como sus abuelos le inculcaron el sentimiento aferrante a nuestra música criolla. En casi todas las reuniones sociales a las que asiste coge su guitarra y empieza a entonar canciones como “el plebeyo”, “cuando llora mi guitarra”, entre otros valses. En sus ratos libres da clases de canto a los más pequeños, sobretodo en actuaciones y festividades del colegio. Un día un buen amigo lo invitó a su fiesta de cumpleaños en Breña. Cuando Jorge llegó observó que la fiesta era totalmente distinta a sus celebraciones acostumbradas, pero igual se divirtió tratando de acoplarse a géneros como el “regueton”, “samba”, “ska”, entre otros.

Ahora Jorge se ha convertido en un fanático seguidor del “ska”, género musical originado a finales de los 50 derivado principalmente de la fusión de la música negra americana de la época con ritmos populares propiamente caribeños, es mas ahora es vocalista de un grupo llamado “Barrio calavera” y están preparando un disco.

Todo comenzó “jaraneando”

En 1920 la música Popular peruana fue rechazada por las clases sociales altas y por quienes integraban la incipiente clase media. Los blancos no la querían, ni la cantaban, ni menos se atrevían a bailarla. Dicen que nació en el año 1880, traído de Austria con Johan Strauss y el danubio azul. Mediante un proceso de adaptación, con picardía y sal de la tierra, se convirtió en lo que es hoy: a veces jaranera, a veces melancólica, pero sin duda nuestra.

Interpretado en los barrios pobres de la ciudad limeña, no le fue fácil abrirse camino. Existieron muchos cantores de barrio, jóvenes talentos que inspiraron a genios creadores como el maestro Felipe Pinglo, quien de muchacho solía concurrir a las jaranas de callejón o en casas de vecindad.

Casi un siglo después las jaranas criollas no son las mismas. Dicen que ni los velorios son como eran. La palabra “jarana” proviene del nombre de una pequeña guitarra mexicana.

Antiguamente las jaranas eran de 8 días, comenzaban con la serenata, seguía el cumpleaños, al día siguiente la joroba, luego la despedida, pero como no se querían ir hacían la fiesta del “anda vete”. Y la gente jaraneaba, bailaba en su casa. En las clases media altas no se podía bailar tan apretado o tener “mal estilo de baile”, salvo en los callejones donde nació el vals criollo, porque en los callejones los pisos eran de tierra con hueco y con el pretexto de bailar un vals y que la chica no se tropiece; el caballero la agarraba de la cintura. O sea un cuento.

Una canción que pinta todo lo dicho es el vals la jarana del pianista Lucho de La Cuba, “dale con la punta, dale con el taco, mueve la cintura que se va a acabar y ahora aprieta fuerte pon tu cara junta y dime si hay algo mas lindo que un vals”. Así eran las jaranas de antes. La música criolla se cantaba con intérpretes originales que cada barrio cuidaba, porque no existía la radio hasta 1974 en que se popularizó.

Muchas casas antiguas usaban piano de cola y cuando pasabas por la calle escuchabas el sonido del piano ventilarse por las ventanas de las casas. Pero no se podía llevar un piano a una jarana, es así como se empieza a usar la guitarra. Al principio el acompañamiento era un compás sencillo con el instrumento de cuerda, hasta que entro a escena la creatividad de Oscar Aviles, o sea que la música peruana es antes y después del genio Aviles en la guitarra.

“A mi abuelita también le gustaban los mariachis”

Comentan también que la música extranjera ha invadido nuestra música peruana, haciendo que poco a poco se extinga. Aunque los nuevos y jóvenes valores como los alumnos del maestro Polo Campos aun la cultiven en los lustrosos salones del local del APDAYC en el centro de Lima. Pero la invasión no es solo de ahora, antes también ocurría desde que inventaran el cine y las telenovelas.

¿Desde cuando empezaría nuestro exacerbado gusto musical por lo extranjero?, pues desde que nuestras abuelas suspiraban escuchando cantar a Pedro Infante y Javier Solís en alguna escena de un duelo mexicano entre dos machos que no encontraban otra forma de resolver sus riñas, que matándose a tiros.

Esa idea fue vendiéndose industrialmente en la mente de cada persona, hasta hacerse dueña de un mercado musical que no es barato. Un mariachi cobra por hora aproximadamente 250 soles. Y un conjunto criollo… ¿cuanto? Bueno usted sabe la respuesta mejor que yo, porque a casi todas las mujeres les gustan los mariachis y desde que entran los charros cantando y llenando la sala con su estridente voz, sienten la misma emoción que sintieron actrices mexicanas como Marga López o Libertad Lamarque cuando intentaban conquistarlas allá por los años 30 . ¿Sentirían la misma emoción si fuera un trío criollo? Para algunas personas si, pero no se da en la mayoría.

La modernidad y la tecnología (internet y cable) se abrieron paso y con ella los gustos cambiaron, porque nos dimos con la sorpresa que no había que viajar ni ir tan lejos para escuchar música clásica o rock en ingles. Cada vez conocemos más cantantes, más idiomas y diversidad de géneros musicales.

Los jóvenes en su mayoría escuchan canciones con las que se sienten identificados, la adolescencia es una etapa difícil y buscan como expresar o reflejar lo que sienten o lo que les molesta, al final una canción sin tener necesariamente calidad musical terminará capturando la atención de estos.

Se habla entonces de un proceso de reducción de nuestra música criolla, pero no de desaparición total porque aun siguen representándonos estrellas de la talla de Eva Ayllón, Susana Baca y Lucia de la Cruz. Uno de los problemas quizás, es que los criollos sueñan más con el ayer antes que vivir el hoy; porque hoy no se hace nada.

El joven no piensa mucho en el ayer, porque no lo tiene. Puede interesarle, pero no lo experimenta como un adulto. Entonces se viven de historias, de leyendas, de cosas que ya fueron, pero que por ser parte de nuestra evolución cultural, se convierte en patrimonio nacional. En un patrimonio que no debemos dejar fenecer.

Apoyo y publicidad: No nos vendría nada mal

Nuestra música criolla por ende, no tiene actualmente un gran apoyo del gobierno ni de la empresa privada. Simplemente porque no la consideran rentable, ni apuestan por los nuevos valores. Podemos hacer que los músicos actuales tengan el éxito que las leyendas e iconos criollos tuvieron, pero lo que se necesita es promoción y patrocinio.

No estamos en la misma época y para captar la atención de la juventud actual se necesita mayor creatividad y genialidad. No pretendamos pues conquistar y derrotar al enemigo con la misma técnica de guerra. Nadie se baña dos veces en un mismo río decía el filosofo Heraclito.

El gobierno ayudaría mucho con la eliminación de impuestos a los espectáculos culturales, a los conciertos criollos, es mas el Instituto Nacional de Cultura debería organizar conciertos y shows gratuitos para captar la atención de los jóvenes masivamente. Crear escuelas de canto gratuitas, de música, que el joven talento no sienta que esta solo.

Que si posee el arte y la actitud para desarrollarla, tiene las puertas abiertas a un mercado nacional que lo prefiere y lo tiene en un merecido lugar. Es por ello que debemos dejar de pensar en lo que fue la música décadas atrás, y comenzar a forjar un presente para la generación que se viene. Hagamos una continuación superior y no una involución cultural apegándonos inmerecidamente a lo extranjero.

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