domingo, 11 de enero de 2009

Droga al paso en el Callao (Crónica)




Asaltos a mano armada, comercialización de droga a menores de edad, prostitución y desbande; es lo que se vive a diario en el Callao, sin que las autoridades puedan hacer algo al respecto. Los policías resguardan la zona hasta las tres de la tarde, pero al caer la noche empieza la fiesta para los adictos y vendedores de droga, quienes salen como ratas angustiadas en busca de comida.

Las principales victimas son las personas honestas, trabajadoras y decentes que viven en el barrio, pues al llegar a sus casas deben convivir con la inseguridad y el miedo que despierta el alto índice delincuencial, de ex convictos avezados, quienes no tienen reparo alguno en quitar la vida a un inocente, con tal de apoderarse de sus pertenencias.

No tienen vergüenza, ni remordimientos. Son personas que merecen ser castigadas, pero no solo privándolos de libertad, pues muchos de ellos son jóvenes enfermos que necesitan ayuda, sino creando programas de reclutamiento de pandillas a cargo de gente profesional, quienes les enseñaran a hacer algo productivo, a cambiar de rumbo sus vidas, y a modificar su conducta inculcándole valores, durante los años que estén internados.

Otros personajes que abundan en estos barrios, son los paseros o vendedores de droga, quienes hacen dinero fácil, aprovechándose de la dependencia irracional de hombres y mujeres, creando así una guarida de lobos , y una sociedad imposible de habitar.

Un ¨pasero¨ en el Callao

Con aliento a marihuana y capacidad mínima auditiva, conocí a Wilfredo Guerrero Albújar, alias ¨chichi¨, un popular y amigable guía turístico de las zonas más deplorables y avezadas del Callao, un incansable consumidor de marihuana, décimo octavo reincidente de penales e inaugurador del penal La Sarita.

Apurado, mirando hacia todos lados, siempre cuidándose las espaldas y atento a cualquier descuido de los vendedores del mercado central en Buenos aires, recorre el barrio que lo vió nacer un 6 de mayo de 1957. Es el tercero de cuatro hermanos, pero el número uno en la ¨vendimia¨ y el trance chueco.

Desde niño aprendió a convivir con la delincuencia del entorno. Su padre fuè alcohólico y consumidor de cloro (cocaína), aunque nunca robó, sostenía a la familia con las ganancias que obtenía como vendedor de artefactos usados en el centro de Lima y maltrataba a su madre moliéndola a golpes diariamente sin ningún motivo.

Siempre le gustó conversar con personas mayores, de rango alto, de calibre largo como él dice, pues de ellas podría aprender más mientras crecía escuchando anécdotas e historias de los penales como el frontón y el sexto. ¨ Todos mis vecinos entraban y salían de la cárcel, cada vez que llegaban se creían los superhéroes, como si no supiéramos que allá fueron una Amparo Brambilla con bragueta ¨. Recuerda.

Chichi camina de lado a lado, con una mirada perdida, todos lo saludan pues es más popular que ¨ Fulanito¨ en Nueva York. Viste un pantalón viejo, color verde oscuro, una camisa color crema, que en algún momento fue blanca, una casaca negra que apenas si consigue aplacar el escalofriante frió del Callao. Sin importarle nada se para en una esquina, mientras espera que algún carro pase y contrate sus servicios como comprador de droga o datero de operativos antidrogas, pues la última vez llegaron en diez camionetas, mas de 40 efectivos de la policía, subiéndose a las casas de micro-comercializadores en escaleras.

¨ Los efectivos entran, buscan, encuentran las bolsas, se las guardan en el pantalón y encalentan la droga para venderla. No les importa que el fiscal esté afuera¨. Agrega.

En el Callao nada es condenable. Seguía sentado en la misma esquina del movimiento, entre Jirón Saloom y Jirón Apurimac, a media cuadra del mercado.
A las 9 de la noche se detiene un auto color azul. Él se levanta rápidamente, abren la puerta y baja una chica de aproximadamente 22 años de edad, tez blanca y muy atractiva. Vestía una casaca de cuero y pantalón rojo, se dirigió hacia Chichi y le preguntó: ¿Tienes cloro?

- No. Pero te puedo conseguir. Dame la plata y voy a comprar - Responde.

Ella le contesta: ¿Estas fumado o que tienes? Yo no te conozco. ¿Cómo sé que no me vas a cerrar?

- Si quieres te dejo mi DNI, para que veas que voy a regresar-

En el auto había un tipo de gorra, trigueño, quien no se dejaba ver por nada del mundo. Este le hace un ademán para que la chica acepte. Chichi va corriendo con el dinero, desapareciéndose en la oscuridad. Quince minutos después regresa con dos ¨king size¨ de coca y se los entrega. Por ese pase ganó doce soles, pero la noche acaba de empezar.

¿No tienes cargo de conciencia por venderles droga a los jóvenes?

No tengo por qué sentirme mal. Yo no los inicié, ellos ya están enfermos. A la gente de mi barrio les doy consejos, les hablo para que entiendan que esta vida es muy triste y ellos aún están a tiempo de regenerarse y no terminar como yo; que soy un viejo drogadicto.

¿Alguna vez has intentado cambiar de vida y rehabilitarte?

Lo he intentado muchas veces, pero no tengo a nadie. Me siento muy solo y la droga es mi escape. Sufro mucho por dentro y a nadie le interesa, me miran y se ríen.

Estuve en varios centros y a todos los detesto por vivos. Yo limpiaba, llegaba a la iglesia, rezaba y quise cambiar sinceramente. En una oportunidad escuché cuando el pastor le contaba a otro líder que se había comprado un auto nuevo. Ese era el cuarto carro que se compraba, con los pulmones de más de ochenta carameleros, quienes diariamente tenían que aportar un mínimo de 6 Soles.

¿Quiénes introducen la droga al Callao?

Son gente de la sierra. La traen en ómnibus de transporte, si es que tienen suerte, ya que antiguamente si veías un carro lleno de polvo y lodo, sabias que había traído droga del interior del país. Aunque la marihuana viene del norte; de Trujillo o Chiclayo.

¿Qué tienes que hacer para convertirte en un ¨pasero¨?

Las personas que quieren meterse en esto preguntan e indagan, pero primero tienes que acompañar a uno más renqueado, yo he ayudado a muchos que empezaron con 15 pacos y ahora venden 300 pacos diarios. Porque este trabajo es muy fácil, es como aprender a manejar bicicleta, al principio recibes ayuda pero luego la manejas solo.

¿Cuánto cuesta un paco y cuantos venden diario?

Un paco de marihuana cuesta un sol, un quete de pasta está cincuenta céntimos y el king size de coca a cuatro soles. La coca es la más cara, pero si quieres conseguir una buena tienes que caminar.
Un vendedor gana de lunes a jueves, cien soles diarios, pero los días buenos son los fines de semana, los sábados llegan a vender hasta quinientos quetes.

¿Cuál es la droga mas consumida?

La pasta, porque es mas barata. Aunque entre los jóvenes la más popular es la marihuana, aquí la consumen como si fuera un cigarrillo, la arman desde temprano.
Los niños que recién empiezan inhalan terokal, se compran una lata de doce soles, hechan un poco en una bolsa y la aspiran. Casi siempre salen con el pretexto de comprar alguna golosina y luego los encuentran tirados en las puertas de las casas drogados.

¿Y tú qué drogas consumes?

Antes consumía de todo, yo he probado una gran variedad. Pero la más rica es el éter, esa sí tienes que prepararte bien para probarla. La depositas en un rociador de vidrio, hechas un poco en un pañuelo y la hueles. Tienes que recostarte en la pared para no caerte. Con esa droga sientes que tu cabeza se achica y se agranda.

Otra es el cloro, porque te da vitalidad, energía, te pone bien, no como la pasta que te atonta, te deja como imbécil.
Actualmente consumo marihuana, fumo cinco a seis pacos diarios y me salen gratis porque me mandan a comprar, me agarro uno, y así voy haciendo mi mercado.

¿Alguna vez has robado para comprar droga?

Los drogadictos generalmente robamos para consumir, porque con nuestra adicción nadie nos dá trabajo. Cuando era joven asaltaba bancos, entraba a las casas y robaba todo lo que encontraba. Una vez entré a una casa y ví una cartera detrás de la puerta, allí habían guardado dos kilos de oro, nunca pensé que iba a tener tanta suerte.

La vida da muchas vueltas y la juventud dura poco, “chicha” fué a la cárcel 18 veces, por una serie de denuncias acumuladas y otros delitos que había cometido. Adentro tuvo que aprender a llevarse bien con los presos, pero sobretodo con los policías, quienes lo usaban para llegar a los macro- comercializadores de droga.

Para su seguridad lo cambiaban constantemente de penal, aunque adentro el dolor lo embargó cientos de veces, sobretodo cuando su madre se mató tomando veneno para ratas y no pudo asistir al entierro de la mujer que le dió la vida, y que cansada de la inmundicia y el horror que le tocó vivir; se suicidó. Él reconoce haberla hecho sufrir y hasta ahora se arrepiente.

Hace solo 6 años que salió del penal Castro Castro, su último delito fue por comercialización de droga, aunque él afirma que fue una calumnia de la cual vivirá con un eterno resentimiento, ya que le adjudicaron diez años de cárcel injustamente. Cuando lo soltaron salió sin ninguna garantía de vida. ¨ Me pudieron haber matado y nadie iba a reclamar mi cuerpo, porque yo no valgo nada¨. Agrega.

Barrio Rúgia y la esencia de la perdición

Este barrio está ubicado entre los jirones Ancash y Loreto. Hace diez años un voráz incendio provocó la muerte de cinco personas y más de veinte inmuebles quedaron reducidos a cenizas, ya que muchas casas eran de esteras y quinchas. El incendio se originó por la falta de luz, pues usaban velas y lamparines.

No pasó mucho tiempo y la gente del barrio fue construyendo sus casas. Poco a poco se podía observar construcciones de primera, con muchas características costosas para gente que antes vivía en casas de madera. Porque sumergirse en ese lugar era como esperar una combi en el paradero del infierno.

Eran las diez de la noche y decenas de jóvenes se reunían, conversaban y reían entre ellos, sacaban un papelito y depositaban una hierba similar al orégano, a la que luego cerraban, prendían y fumaban, cual cigarrillo Hamilton. El olor que desprendía era insoportable para cualquier ser humano, aquel olor se te subía a la cabeza y sentías que tus oídos se tapaban, solo de aspirar ese pestilente e indescriptible humo.

Aprovechando la oscuridad y las sombras, se podía observar a grupos de hombres y mujeres pegados a la pared fumando pasta. Las casas eran grandes y permitían un momentáneo escondite para el lance.

Pero la fiesta continuaba y era el turno del ¨zambo Víctor¨, quien salía de la casa de Carla Arévalo de 46 años, residente norteamericana. Regresó al país cuando su hermana cayó presa para seguir con el negocio familiar. Ni bien salió el “zambo Víctor¨ en bicicleta, seis jóvenes se acercaron a comprarle y este les dió tres quetes de pasta a cada uno. Nadie vio nada, todos seguían en lo suyo y es que allí es como el pan de cada día.

Otra vendedora en Rúgia es una mujer apodada ¨la perrona¨, de cincuenta y cinco años, quien tiene mas de treinta años vendiendo cloro. Ella era una chica humilde y sencilla, vivía en un callejoncito, se inició a los veinticinco años, cuando tuvo un hijo de un narcotraficante. Se hizo famosa vendiendo marihuana que traía de Trujillo, a cambio de un sol daba cien gramos de moño rojo (hierba derivada de la marihuana).

Actualmente tiene una hermosa casa construida a cambio de la vida de muchos jóvenes, y el sufrimiento diario de madres que no pueden hacer nada por rescatarlos del profundo pozo en que se encuentran.

Callejón de Nariguete; un vistazo al pasado

Este callejón tiene más de cincuenta años operando la comercialización de droga. Fuè el primer callejón vendedor de esta sustancia en el Callao. La historia registra que este llegó a vender cerca de mil quetes diarios, entre marihuana, pasta y coca.

Ubicado en Jirón Marco Polo Nº 561, fuè testigo del nacimiento de más de tres generaciones de perdición y desbande, puesto que hasta la fecha siguen vendiendo droga, aunque ya no como antes, debido a la competencia y a la mala calidad de sus ¨productos¨. Son cuarenta familias las que se dedican al vil negocio, los hombres salen y entran apurados, angustiados, miran para todos lados y caminan sin rumbo fijo.

En la fachada del callejón está la foto de un muchacho, con una pistola en la mano, de aproximadamente 19 años de edad apodado ¨ Machete¨, quien murió en una intervención de la policía antidrogas. Su verdadero nombre fue Alberto Ramírez Espinosa, estudiante del colegio Dos de Mayo y cursaba el quinto año de educación secundaria, cuando fue asesinado.

Su padre es un hombre honrado, y su madre se gana la vida vendiendo arroz chaufa y pollo frito, en una carretilla en la puerta del callejón en donde vive. De niño era tranquilo, obediente y trabajador, pues ayudaba a su madre a vender comida en el mercado central del Callao.

Era un chico deportista y aficionado al fútbol, pero todo cambio cuando ingresó a la secundaria. Hizo nuevos amigos en el colegio e iba a visitarlos con frecuencia a otros barrios cercanos, con el pretexto de hacer tareas o estudiar para los exámenes. Poco a poco se fue alejando de su familia, su carácter cambió, ya no ayudaba a su madre, ni asistía al colegio.

Una noche mientras su madre trabajaba oyó unos disparos, aunque por esas calles es común escucharlos. “Sentí algo en el pecho, deje la comida tirada y fui corriendo a buscar a mi hijo. Lo encontré acostado en el piso, con su polo de la “U” manchado de sangre, el no era un chico malo. Yo tuve la culpa, por no haberlo sacado de este barrio inmundo”. Agrega entre sollozos.

Todo la cuadra lamentó su muerte, es por ello que escribieron sus nombres al lado de la imagen: Tito, Carlos, loquillo, Víctor, Miguel, la china, entre otros.

Callejón de los disecados

Este lugar esta ubicado en jirón Guisse 670. A simple vista parece un callejón humilde y sencillo, ya que afuera venden pescado frito y pan con relleno. Me acerqué a comprar mientras oía a una señora decir que habían matado a un hombre a las tres de la tarde, por intentar robarle su billetera.

El señor puso resistencia y a cambio recibió cuatro puñaladas en la espalda. En ese momento cualquier ser humano espectador del crimen, hubiera sentido un escalofrío en todo el cuerpo y una mezcla de miedo e indignación, ante tal injusticia contra un honesto padre de familia y vecino de la zona, quien retornaba a su hogar después de una larga jornada de trabajo.

¿Cómo pueden atentar contra la vida de un ser humano inocente?, ¿Sólo por la adicción a una maldita sustancia que tarde o temprano los llevará a la muerte?

Pasaron quince minutos y de una de las casitas salió un hombre vestido de mujer. Parecía una gitana. Tenía un pañuelón en la cabeza color rojo, un par de aretes largos de plata y una cartera en el hombro. Este hombre es más conocido como el ¨Cabro peludo¨, vendedor de pasta desde hace diez años. Es famoso por vestirse como vedette y aparentar ser una prostituta para poder vender libremente su mercancía en las calles.


Los Barracones o Barranquilla

En este sector del Callao, muy cerca al mar, están los barracones. Cuyo barrio es de gente humilde. Ellos sufren una pobreza extrema; no tienen agua y muchos arrojan sus deshechos a un pozo común.

Los niños juegan en la noche, cantan y bailan, hacen fiesta muy ajenos a lo que realmente ocurre a su alrededor. Muchos de ellos no asisten al colegio, no saben leer ni escribir, pero sí conocen los nombres de las drogas más comunes. Crecen escuchando historias de penales, de ex convictos y narcotraficantes; historias acompañadas de un lenguaje vulgar no apto para niños de tan corta edad.

En los barracones se respira un aire congelante, pero sobretodo un sentimiento de pena y desgracia. Las calles están llenas de basura y desmonte, de aguas sucias y casas de madera color celeste y amarillo. Este lugar tiene fama de tener la mejor pasta de todo el Callao y esto lo puede asegurar una mujer apodada ¨la china¨, de cuarenta y tres años y gorda figura.

Ella se dedica a la venta de pasta desde hace veinte años, su precio es de cincuenta céntimos el paco. Los consumidores generalmente compran cinco quetes para preparar el cigarro. Pero no sólo es ella, junto al pozo hay un callejón ancho y oscuro que atraviesa la calle, afuera hay decenas de hombres con canguros en la cintura, ellos son vendedores de coca.

En un puesto de comida estaban sentados ¨la chola¨, ¨el chaflico¨ y tres hombres vestidos de marrón, quienes se sentaron junto a mí y me preguntaron si vivía por esa cuadra.

- ¿Tu eres de por acá? , nunca te habíamos visto- dijo la chola.

En ese instante llegó mi contacto y le dijo: ¨ Mi amiga ha venido a comprar algo, ya sabes qué le puedes ofrecer¨

La chola me hizo pasar al puesto de comida y sacó de un bolsillo tres king size de coca y me los dió. Los tomé y le dije si podíamos conversar afuera y ella accedió.

Salimos y nos sentamos en la vereda, ¨ la chola¨ empezó a contarme parte de su vida y de la manera cómo reaccionaba ante una injusticia, que le dolía dedicarse a malograr gente, como ella lo llama.

Según sus amigos ella es una mujer suelta, solidaria y muy colaboradora. Cientos de veces los ha visitado cuando han caído presos, ha ido al penal llevándoles comida y víveres para un mes. Su pareja es el ¨ gordo Johan¨, un ser problemático y desconfiado, pero sobretodo celoso en su negocio, pues llegó un cliente y no le quiso vender por no haberle comprado el día anterior.

Al rato llegaron dos morenos altos. Eran Lucho y Hugo, hermanos y vendedores de pasta y marihuana. Todos los odian por vagos, atorrantes y por robarle a la gente del barrio. La mujer de Lucho es ¨ la pilota¨, ella es la ¨ men¨, la mas brava, porque ella puso el dinero para el negocio y luego él hizo crecer el capital vendiéndole droga a distritos como San Miguel y Magdalena del Mar.

Para despistarlos entré a una iglesia evangélica que está a dos cuadras en Jirón Guisse, cuya propiedad le perteneció al delincuente ¨Pilatos¨, chalaco de escuela y de nacimiento.

El último delito de ¨ Pilatos¨ fuè robar, junto con ¨ Rajuela¨, ¨Chino wong¨, ¨ Bronco¨ y ¨Cabeza de gorro¨, una colección de rubíes y piedras preciosas a un mayor de la policía. Este hecho ocurrió en Trujillo.

Esa noche estaban en el hotel derrochando el dinero en mujeres y alcohol, mientras ¨ Rajuela¨ estaba en la cantina. Ante el grave hecho, las autoridades hicieron una batida y atraparon a ¨ Rajuela¨, quien reveló el paradero de sus cómplices. ¨ Pilatos¨ fue asesinado en el año 1982, durante el motín del sexto.

Así terminó mi recorrido en lo que yo llamo la fiesta del “quete” y del “King size”, porque en el fondo sólo ellos se divierten, no los seres humanos.






5 comentarios:

Anónimo dijo...

HOLA, mucho gusto, lo del Callao es cierto, pero por una parte me preocupa que el Callao siempre brinde noticias negativas; delincuencia, drogas, pandillaje, etc, y es preocupante por que en muchas oportunidades por decir que eres de callao ya te ven mal como por ejemplo al estudiar, al postular a un trabajo etc, Estos temas delicuenciales es un problema NACIONAL

david dijo...

hola mi critica hacerca de tu cronica no quisiera que sea tomada a mal los sucesos que ocurren no escapan a la realidad pero lo asumo como una cronica sensacionalista porque lo direccionas a una cuidad de refugio de lacras y no es asi, que es de la parte positiva de esas personas que ponen el hombro dia a dia para que el CALLAO sea un lugar donde se puede vivir con honestidad y trabajo este tipo de publicaciones no hacen más que dañar a la provincia y no dan soluciones al problema no solo estan en las autoridades sino el que hacemos nosotros presentando estas cronicas contribuimos a cambiar el statun social de las personas yo en lo particular pienso que no. Saludo el esfuerzo que le pones en sobresalir en este medio tan dificil que es el periodismo pero a la vez te animo a no ser tan severa en tus cronicas

claudiatoro dijo...

Hola David gracias portu comentario y te digo lo siguiente:
En mi cronica, ademas que son sucesos reales, con direcciones y nombres que puedes constatar por ti mismo, trato de ser la voz de cientos de personas honradas que viven en la inseguridad cotidiana de no saber si al volver de sus trabajos a sus casas van a seguir vivas. Esto tiene que parar de alguna manera y no podemos tapar el sol con un dedo, ni negarnos a la realidad que lo unico que genera es que con el pasar de los años las cosas sigan como estan.
Gracias.

Dan Flores dijo...

Claudia tiene razón. La inseguridad del Callao es una tormenta que un dia vino y se instaló ahí. Y mucha responsabilidad tienen autoridades como el actual presidente regional, que siempre han hecho obras solo buscando el titular de la prensa y la plataforma política.

Grimaldo35 dijo...

Estimada Claudia, muy bueno su reportaje, eso es periodismo pero de verdad.
Nada de lo que dice es mentira y mas bien nos hace un favor a las personas decentes que vivimos en el Callao al exponer nuestro vía crucis.

En mi caso, llegué al Callao a los 10 años con mis padres que eran profesores que se vinieron después de vender todas sus pertenencias en un paraje remoto de Ancash. Para mí (aunque suene racista o algo parecido) fue una verdadera tragedia venir a vivir al Callao, que barrio más maleado y perdido, por dios.

La idea es que ahora tengo 38 años, soy ingeniero de profeción, trabajo y si bien no gano mucho, tampoco paso hambre. Soy soltero, decidí no formar familia, quizás para evitar que otros niños sufran lo que me tocó a mí vivir.

En resumen, acá en mi barrio tenemos una casa familiar grande, de material noble, de 3 pisos, 5 baños, 10 cuartos y 3 salas (además de cochera).

Lo quisiera vender todo, para irme a vivir a otro lugar un poco más civilizado. Pero . . . .
Vivimos a media cuadra de la Av. Buenos Aires, casi en el límite con Bellavista, es decir la zona en sí no debería ser mala sino céntrica.

Lo que pasa es que mis vecinos son todos maleantes (casi todos es decir) y uno de ellos parece que es un capo o jefe de la mafia local.
En la esquina hay siempre 3 o 4 muchachos (maleantes) vendiendo droga todo el día.

La policía los saluda, estoy seguro que hay un arreglo con la policía y que estamos indefensos ante esa mafia criminal que se encarga de malograr más y más al barrio.

Desearía que vea como venden su droga a plena luz del día, solo les falta poner un aviso en El Comercio y ya.

Eso me perjudica, por que por muy buena que esté mi casa, no la podré vender (a un precio razonable), por que los angelitos de mis vecinos han decidido convertir la calle en una especie de carcel sin rejas.
Que podría hacer? la policía de hecho que está de parte de ellos.