jueves, 11 de junio de 2009

Alerta por incremento de Pandillas Juveniles

Son considerados perturbadores de la seguridad ciudadana en Lima, debido a la alta dosis de violencia que estos jóvenes generan.


Las pandillas juveniles son responsables de casi el 40 % de las denuncias en las comisarías, ya sea por atentar contra la vida, por perpetrar asaltos a mano armada o por dañar los bienes públicos o privados ocasionando destrozos que alteran el orden interno. Pero, ¿Cómo y dónde se originan estas pandillas?, ¿Quiénes los controlan o en qué momento ese adolescente que antes asistía a la escuela deserta para formar parte de un peligroso grupo delincuencial? En el presente informe conozca las principales causas, testimonios y actos que conllevan a un adolescente a abandonar el colegio y a convertirse en el terror de la sociedad. Una apuesta que destruye su futuro, ante el sufrimiento de sus padres y la ineptitud de las autoridades.


Según el Estudio de la Violencia Juvenil de Lima y Callao recientemente presentado por la Policía, se calcula que unos mil menores se unieron a pandillas en el último año. Esto representa más del 8% de los 12,128 vándalos (que integran 410 grupos) identificados por la PNP. Esto no puede continuar.


Controlar la violencia de las pandillas, parece un trabajo casi imposible para las autoridades, ya que estos oscilan entre dos mundos; el barrio popular y el delincuencial criminal. Y además actúan entre las fronteras de lo legal e ilegal, pues muchos de ellos roban, trabajan o aún van a la escuela. Es por ello que no son considerados netamente delincuentes.En las escuelas, en su gran mayoría estatales, este estilo propio de vida les permite manejar una serie de reglas y normas aceptadas entre ellos, quienes a su vez son manejados por un líder que siempre está presente y da la pauta en la forma de vestir, actuar y hablar de estos grupos adolescentes, cuyas edades bordean los 12 y no llegan a los 18.


Los llamados “líderes escolares” no sólo los manejan a su antojo, manipulándolos a cometer actos indebidos o presionándolos para que infrinjan las normas educativas, sino además logran captarlos para la venta de drogas dentro y fuera del colegio. Así como también los adiestran para la extorsión de empresarios, vecinos o de sus mismos compañeros de escuela, pues ante la búsqueda de dinero fácil para satisfacer sus vicios y desbandes; no existe el límite.


Un futuro lleno de sueños e ilusiones


Para muchos padres debe ser muy difícil y doloroso aceptar que su hijo ha abandonado el colegio para formar parte de una violenta pandilla de su distrito. Es más, ni siquiera lo sospechaban, ya que un buen día asistieron al colegio a preguntar por sus calificaciones y se dieron con la sorpresa que su vástago fue expulsado hace meses por haber robado, ingresado droga o protagonizado una feroz guerra entre las otras pandillas del colegio.


Jorge Castillo tiene apenas 14 años y cursa el tercer grado de educación secundaria. Vive en el distrito de Breña y estudia en una conocida unidad escolar de su barrio. Tiene 2 hermanos pequeños de 7 y 9 años de edad. Sus padres trabajan todos los días vendiendo desayuno y golosinas en un pequeño puesto de la avenida Alfonso Ugarte, para sostenerlos y poder enviarlos al colegio.


Hace solo 2 meses que dejó de asistir a la escuela y él afirma que fue porque el director lo suspendió 3 veces y le advirtió que a la cuarta vez que infringiera las normas educativas lo expulsarían. En esta cuarta ocasión fue expulsado por pelearse con un alumno de quinto año y haber intentado cortarlo con una gillette, mientras sus demás compañeros celebraban este indigno acto de “valor” del adolescente haciendo un círculo.


Al ver la desgracia que ocurriría otro jovencito avisó a uno de los profesores para que detuviera esta salvaje pelea, que afortunadamente no llegó a mayores. El resultado de esta gresca escolar fue que expulsaran a Jorge por reincidente y al otro alumno lo suspendieran.

Jorge no les contó lo sucedido a sus padres por miedo a la reacción de estos. Es más, sus progenitores ignoraban absolutamente todo y creían que él asistía a clases con normalidad, pues hasta le daban el dinero para pasaje, trabajos escolares y demás gastos que el menor solicitaba.


Hoy ellos no saben que hacer y sufren irremediablemente al ver que su primogénito anda en malas juntas y no asiste al colegio. Sienten que su trabajo y esfuerzo diario no es recompensado por parte del menor, quien se ha vuelto más rebelde que antes y no les obedece. Ahora asiste a fiestas de mañana, tarde y noche, pues tiene más tiempo libre para juntarse con las peores pandillas de su barrio. ¿Ayudó en algo que lo expulsaran del colegio? ¿Qué deben hacer sus padres?



En la mente de un adolescente no existen los límites.


Según la especialista en asistencia social de la ONG Acción Por los Niños, Lourdes Febres Chirinos, el comportamiento de estos adolescentes se debe a que tienen una base de violencia desarrollada en algún momento de su crecimiento, pues asumen actitudes de hiper masculinidad, unido a fortaleza. Siendo violentos se sienten más fuertes y creen que así pueden soportar mejor el dolor, reflejando así un fenómeno cultural muy conocido en nuestra sociedad: el machismo.


“En muchos casos se dedican al robo y tienen un lenguaje soez. En la pandilla hay un código de valor. El que es más fuerte, es el que puede enfrentar mejor cualquier situación y se impone ante los demás; es quien debe ser el líder”, señala Febres.





Lo que hace que un menor sea más vulnerable a formar parte de una pandilla, como medio para ejercer la violencia, es que provenga de un hogar disfuncional, que no tenga una comunicación intrafamiliar, que sean muchas veces golpeados y además se les involucre en actos delictivos.


Estos adolescentes provienen de familias en donde la construcción de la auto imagen es precaria, la autoestima es muy baja y no encuentran la oportunidad para mejorarla en la escuela. Algunos niños llegan al colegio con baja autoestima y se encuentran con maestros que no complementan estas carencias, porque ellos mismos son violentos.


“Un niño que no tiene autoestima alta por diferentes factores, es un niño más vulnerable de poder ingresar a una pandilla, porque va a ser fácilmente manejable y no va a poder tomar decisiones por sí solo”, afirma Febres.


http://stagerig.net/Especialista Lourdes Febres.wmv


Por otro lado, muchas veces presentan problemas de aprendizaje, bilingüismo, carencia de habilidades sociales, problemas de valores y discernimiento moral. Es decir, una baja calidad educativa asociada a los pocos recursos que hacen que la escuela sea un lugar atractivo para el adolescente. Todo ello se constitutuye en un riesgo para el involucramiento de estos chicos en grupos que ejercen violencia.


Algunas veces estos niños son hiperactivos y tienen un déficit de atención. Los maestros no tienen otra salida más que maltratarlos, resolviendo estos problemas con violencia. Originándose una mala relación y un pobre manejo del profesor en la interacción con los alumnos. Es por ello que empiezan a ponerse de acuerdo con los demás para agredir al maestro.


Pero, esta gran responsabilidad no solo pasa por el educador en cuestión, ya que se trata de toda una política y estrategia de reacción que se adopta en las escuelas entre los padres, maestros y director del colegio.


¿La violencia engendra más violencia?


Muchas veces no. En algunos casos estos adolescentes no provienen de familias disfuncionales o de climas violentos en sus hogares, como siempre se ha dicho que es una de las principales causas de la delincuencia, sino de familias muy bien constituidas, trabajadoras y que hacen un gran esfuerzo por educarlos y mandarlos al colegio. Entonces, ¿Qué les hace falta? ¿Cuál es el móvil principal de su comportamiento?


Los padres muchas veces cometen el error de brindarles todo cuanto está a su alcance en el aspecto material y educativo, pero no les brindan amor, comunicación y apoyo necesarios para enfrentar la situación social en la que vivimos. Hay muchos factores que tienen que ver con las drogas, alcoholismo y delincuencia, que influyen en su comportamiento pues los adolescentes viven a diario el mismo escenario social. Es por ello que las escuelas deben tratar de brindar las respuestas adecuadas frente a este comportamiento que tienen los alumnos.


Estos adolescentes encuentran en la pandilla una oportunidad para sentirse mejor protegidos y dejar de ser el “sonso” del salón; de quien abusaban constantemente llamándolo “mariquita” y quitándole su dinero. Pertenecer a este grupo significa para ellos crecer y trasladarse a una etapa en que dejan de ser niños para convertirse en hombres capaces de sostener un cigarro, beber alcohol y consumir alguna droga. Además de portar un arma de fuego y aprender actividades delincuenciales.


Especialistas señalan que la primera droga consumida en los colegios es la marihuana, entre menores de 11 y 13 años. Seguida de la pasta básica de cocaína entre los 14 y 16. “Hay que tratarlo como un problema que hoy se vive en las escuelas. Muchos de los adolescentes ven en la violencia una solución a los problemas que tienen y lo peor es que esto afecta su desarrollo integral”, afirma la asistente social de APN.


Expulsar a los “alumnos problema” no es la solución


Se ha comprobado que muchas veces el castigo y la humillación que los hacen pasar expulsándolos de los colegios los hacen más rebeldes. Según la ley del derecho a la educación y derechos humanos, los alumnos no deben ser expulsados ya que es responsabilidad del colegio prevenir y solucionar este tipo de comportamientos. El papel de la escuela debe ser el de un ente protector.


Quitarse el problema no ayuda en nada. Por el contrario, esto comprueba una vez más que la mayoría de profesionales en los colegios no están preparados para lidiar con estos adolescentes, pues se cree que la forma de educar e impartir disciplina es a través del insulto o de la violencia.


Cuando a los adolescentes se les pregunta porqué ingresaron a una pandilla responden que lo hicieron para formar parte de un grupo que al principio los rechazaba pues lo consideraban débil y poco hombre. En investigaciones se ha demostrado que las desventajas que los jóvenes manifiestan al integrar una pandilla son: el temor a morir en una pelea, a quedar marcado físicamente y a terminar en la cárcel. Además el no ver mas a la familia, ser expulsado del hogar y causar daño a su madre. Aunque parezca increíble en muchos casos la figura de la madre es la relación más cercana que tienen.


Por lo tanto, se necesitan adecuados mecanismos de atención y apoyo psicológico en las escuelas. No existen psicólogos en la mayoría de los colegios estatales, pues los maestros desconocen los problemas y maltratos que estos adolescentes han sufrido en su entorno familiar. Es por ello que caen en el error de maltratarlos diciéndoles “burros” o “brutos”, sin saber el verdadero problema emocional o de aprendizaje del menor, mellando así su autoestima y destrozando su capacidad haciéndole creer que no es capaz de lograr algo en la vida.




¿Cárcel efectiva para estos adolescentes?


Si un pandillero es sometido a la pérdida de la libertad y es menor de 18 años, la legislación lo apoya y es llevado a un albergue. En estos lugares no se les reeduca y muchas veces salen peor que cuando ingresaron, debido al escenario de violencia al que son sometidos por los demás pandilleros. Al final la falta de protección y maltrato los hace más violentos y en un futuro no muy lejano, se convierten en verdaderos delincuentes.


Según el General de la PNP y Jefe del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (CONASEC), Eduardo Pérez Rocha, el código del niño y el adolescente indica que las sanciones en términos de pandillaje, pueden ser aplicables a partir de los 12 años y con una pena mínima de 3, si lesiona a una persona usando arma blanca o algún tipo de objeto contundente, viola a una menor de edad o daña la propiedad ajena. La infracción es agravada cuando causa la muerte o lesiones graves, pues la pena se incrementa a 6 años.


“Si el menor de edad pasa a la mayoría de edad estando en un reformatorio, será trasladado y cumplirá su condena en un centro penitenciario de adultos”, señala el General Perez Rocha.


http://stagerig.net/Gral Eduardo Perez Rocha.wmv


Para prevenir este tipo de delitos, el CONASEC ha organizado un seminario taller, dirigido a 3 mil directores de Lima, relacionado a la mala conducta de los adolescentes y a los problemas a los que se ven expuestos en la sociedad. Los directores deberán transmitir esta política educativa a sus profesores. “Lo que se quiere lograr es uniformar el aspecto de criterio, pues no poseemos centros de reeducación. Si el maestro constata algún tipo de conducta indebida, no está capacitado para solucionarlo, ni mucho menos para aplicar sanciones”, manifiesta Pérez Rocha.


El pésimo trabajo en albergues. En estos lugares no se les reeduca y muchas veces salen peor que cuando ingresaron, debido al escenario de violencia al que son sometidos por los demás pandilleros. Al final la falta de protección y maltrato los hace más violentos y en un futuro no muy lejano, se convierten en verdaderos delincuentes.


Actitud de las autoridades. Debe trabajarse con la prevención. Desde muy pequeños se debe informar a los adolescentes de los riesgos que existen al interior de una pandilla, pero fundamentalmente trabajar con las familias, en estilo de crianza y cómo comunicarse con sus hijos, dándoles amor y afecto en el entorno familiar. Las escuelas deberían abrir sus aulas no solo en horas de clase, sino de manera permanente, enseñándoles alternativas y difundiendo experiencias exitosas que se han logrado con otros adolescentes que también cayeron en comportamientos de este tipo.


Cuidado con la Internet. Está demostrado que cuando los adolescentes o menores de edad ingresan al internet se comunica con el mundo a través de una maquina y tiene mas amigos virtuales, de los que conoce personalmente. Es por ello que está expuesto a una serie de riesgos. Si bien es cierto no se les puede prohibir tajantemente, pero sí sugerirles las paginas que pueden visitar y aconsejarlos frente a cualquier mala influencia. La comunicación de entre padres e hijos es fundamental.